Enmarcada por un bosque de pinos y rodeada por arena blanca (y no por el pasto que uno esperaría encontrar), la casa se funde con su entorno.
El paisaje impresionante, con sus arenales blancos que aparecen y desaparecen entre las aguas del río, se cuela por todas las ventanas.
Una casa que le brinda a sus habitantes la divina sensación de permanentes vacaciones.
Un buen libro, traje de baño y un par de ojotas para disfrutar de este paraíso!
En la galería de ladrillo cuadrado, un camastro de hierro con almohadones de colores recibe los primeros rayos de sol de la mañana.
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Las piñas desparramadas entre la pinocha le dan un marco natural a los caminos de arena que bordean la casa.
En el living, las paredes pintadas de un color cálido, el comodísimo sillón y la decoración con colores y detalles pensados, invitan a quedarse a disfrutar de la vista al río por horas.
La yegua disfruta de la tranquildad del entorno. En el fondo, la Santa Rita hace notar su presencia con su fucsia intenso.
En un rincon del jardín, un brasero rodeado de bancos, anticipan una larga noche de historias para compartir alrededor del fogón.
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